La técnica la llaman “eyebombing” y se está convirtiendo en tendencia en Europa. Consiste en pegar unos ojos saltones en cualquier elemento del mobiliario urbano para “humanizarlo”, para “darle vida”, para “darle una segunda oportunidad”…
Difícil de saber la opción más brillante y sorprendente.
Acudes a un restaurante a una cena de empresa. Miras la carta y pides unas fantásticas setas de temporada a 15€.
El camarero, cortésmente y de forma sonriente te dice: «Lo sentimos. No nos quedan setas de temporada.
Permítame sugerirle FUERA DE CARTA nuestro fantástico Boletus edulis con trufa blanca…». La descripción del plato no puede ser más apetecible. Tienes pocos segundos para decidir:
…y la parte emocional del cerebro te impulsa a aceptar inmediatamente la recomendación propuesta.
…y la parte analítica, racional y reflexiva te impulsa a preguntar el precio de forma detallada arriesgándote a que la respuesta sea PRECIO SEGÚN MERCADO.
…y la parte “y qué dirán y reglas de protocolo” te impulsa a NO preguntar por miedo al “qué dirán”.
…y la parte de “análisis de alternativas” te lleva a pedir otro plato de la carta aunque no te apetezca en absoluto.
FORREST GUMP – “Hola, me llamo Forrest. Forrest Gump. ¿Quiere un bombón? Yo podría comerme como un millón y medio. Mamá siempre decía: la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”…
KILL BILL – «¿Te parezco un sádico? Vaya. Apuesto a que ahora mismo podría freír un huevo sobre tu cabeza si quisiera»…
CUENTA CONMIGO – «Tenía 12 años, casi 13, la primera vez que vi un cadáver»…
EL PADRINO – «Creo en América. América hizo mi fortuna»…
UNO DE LOS NUESTROS – «Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón he querido ser un gánster»… …y, los mejores finales…
CASABLANCA – «Presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad»…
Una playa preciosa. Un día estupendo. Muy poca gente en la playa.
A 10 metros un hombre con su familia. Sentado en su toalla. Le suena el teléfono. Se escucha una bronca enorme a alguien porque la mercancía no ha salido del puerto. Dice a gritos que lo quiere resuelto «para ayer». Cuelga el teléfono.
Unos minutos después realiza una llamada. A gritos da unas órdenes alguien. Le increpa los errores cometidos. Le dice qué es lo que tiene que hacer. Cuelga el teléfono. Exclama para sí mismo: «menudos inútiles».
Se mete a la playa con sus hijos pequeños y su mujer. Le suena de nuevo el teléfono. Sale rápidamente del agua furioso. Le dice a su mujer que se va al hotel.
Empiezan los gritos de nuevo al teléfono mientras se aleja. Desaparece en la distancia. .
.. y vuelve la tranquilidad para todos. Se escuchan las risas de sus hijos jugando en el agua con su madre y el ruido de las olas rompiendo en las rocas. Una playa preciosa.
Su mesa está vacía. Sin fotos de sus hijos. Sin papeles sobre ella. Sin planificaciones de proyectos pegadas. Sin monitores. Sin plantas. Sin nada… Ahora es simplemente, una mesa. Que espera a su nuevo inquilino.
La mesa sigue siendo mesa. Pero, ya no es la misma. Echa de menos a su antiguo inquilino. Han sido muchos años trabajando juntos. Muchos días y muchas noches.
Las mesas son listas. Saben perfectamente cuando su inquilino es un excelente profesional, buen compañero y mejor persona. Y están orgullosas. Muy orgullosas.
Las mesas tienen sentimientos. Cuando su inquilino se ve obligado forzosamente a abandonarlas por haberse sentido solo, desamparado y sin ayuda, la mesa se pone triste.
Las mesas saben el significado del verdadero talento. Lo han tenido encima. Y hacen lo posible para no dejarlo escapar.
Pero, las mesas no tienen poder de decisión. No tienen manos. No tienen voz para pedir que su inquilino se quede con ellas. Eso sí. Las mesas son leales. Cuando su inquilino las abandona triste. Ellas, también se ponen muy tristes.
Cuando su inquilino se va contento, ellas, se alegran mucho. La tristeza de una mesa es contagiosa.
Ahora, todas las mesas de la sala están tristes. …y desean mucha suerte…
Le llamaron para una entrevista. Su CV era simplemente excelente. Repleto de cursos y masters. El director de RH le preguntó:
«¿Tu padre te pagó tus estudios?».
«Si», respondió el joven.
«¿Dónde trabaja tu padre?».
«Es herrero».
«Muéstrame tus manos».
El joven se las mostró. Estaban suaves y perfectas.
«¿Alguna vez has ayudado a tu padre en su trabajo?».
«Nunca. Siempre quiso que estudiara y leyera».
«Cuando vayas a casa hoy, lava las manos de tu padre y ven a verme mañana».
El joven regresó a su casa. Pidió a su padre que le permitiera lavar sus manos. Su padre se sintió extraño y feliz. Lavó sus manos. Estaban arrugadas. Con cicatrices y hematomas dolorosos en su piel. Por primera vez, el joven se dio cuenta de lo que significaban este par de manos arrugadas.
…para pagar su educación y su futuro.
A la mañana siguiente, el joven regresó a la oficina del director. Con lágrimas en los ojos.
«He aprendido a apreciar y reconocer. Sin mis padres, yo no sería quien soy hoy».
El director dijo: «Esto es lo que yo busco en mi gente. Quiero contratar a una persona que aprecie la ayuda de los demás. Que conozca los sufrimientos de los demás. Que no ponga el dinero como su única meta en la vida».
El test del vino. Nueva forma de contratar empleados.
Para Charles Phillips, CEO de Infor, una compañía de software con sede en Nueva York, «cualquier persona puede fingir durante 45 minutos».
Es por ello que en lugar de una entrevista tradicional para puestos de alto rango en su compañía, lo que hace es llevar al candidato a cenar con un puñado de ejecutivos de alto nivel para «ver cómo se manejan a sí mismos en un entorno no estructurado».
Y una prueba clave viene al principio de la comida: «Le doy la lista de vinos» y el candidato tiene que convencer al grupo de que sabe mucho sobre el tema, o fingir que lo hacen, o simplemente escoger la botella más cara, o pedir ayuda. Además, añade, le gusta esta ‘prueba’ porque permite ver «cómo trata al camarero».
Además, al final siempre les sorprende pidiéndole al candidato que cuente un chiste. «Esto revela si una persona tiene un sentido del humor, por supuesto, pero también si pueden pensar en una situación desconocida».
(@Fuente: Internet) […]
¿Buen o mal método de selección? ¿Agua o Vino? ¿Vino del caro o del barato? ¿Chiquito de la Calzada o Eugenio? ¿Fingir que sabes o que no tienes ni idea?…