¡No tendrás pensamientos impuros!

No tendrás pensamientos impuros.
¡Yo confieso!. Los he tenido. Y de los impuros, impuros.
Hace un año contactó un comercial conmigo. No le conocía previamente. Me pedía ayuda para vender su solución tecnológica. Y se la di. Le dije que no tenía poder de compra. Escuché su necesidad con atención. Atendí su llamada. Leí la información comercial que me envió. Parecía interesante. Le facilité los contactos adecuados en la organización a los que dirigirse. Le expuse las características de su producto que podían ser de mayor valor añadido en la organización. Le escribí unas notas en un Word…
¿y qué pasó después?
Nada.
Desapareció de la faz de la linke-Tierra. No volvió a contactar conmigo. Jamás contestó un mensaje. Nunca participó en una publicación.
Y me olvidé.
La semana pasada resurgió de la nada. Como si fuese la primera vez. Y contactó de nuevo conmigo. Había cambiado de compañía. Vendía otro producto tecnológico. Me dijo si podía ayudarle. Que su producto era bueno buenísimo. Y pensamientos impuros surgieron por mi cabeza.
Decidí no contestar.
Las decisiones en caliente nunca son buenas consejeras.