
Recuerdo un programa de TV. Se llamaba Bricomanía.
Estaba dedicado al bricolaje y la jardinería. Te proporcionaba instrucciones completas para reformar, arreglar o decorar tu hogar. Parecía muy fácil. Solo tenías que ir “a tu centro de bricolaje más cercano” a comprar las herramientas y materiales y seguir las instrucciones. En “una mañana”, alicatabas tu cocina.
Lo haces.
Y descubres que la realidad es muy distinta. Siempre faltaban piezas y herramientas. O el cemento no pegaba… El resultado era desolador. Las emociones más toxicas surgían de tus adentros. Con el agravante de no poder echar la culpa a nadie como mecanismo de defensa. Intentabas arreglar la chapuza, pero con poco éxito.
Descubres que la teoría es fácil. La práctica es distinta. Se necesita experiencia. Trabajo. Habilidades…
Aprendí algo. Se me da horriblemente mal alicatar cocinas.
[…]
A veces, recibo invitaciones a cursos exprés para ser un gran líder, o un excelente negociador, o un orador brillante. Te garantizan que en “una semana” consigues con éxito tus objetivos. Mientras leo el temario me vienen a la mente “baldosas resbalando por las paredes porque el cemento no pega y la acción de la gravedad no las sujeta”…
… y se me quitan las ganas.
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