Mi amiga Montse dejó de trabajar hace ahora 15 años.
Llevaba doce años trabajando en temas de administración, contabilidad y finanzas en una pequeña empresa de Aragón. Lo dejó todo por criar a sus dos hijos. Ha pasado el tiempo. Y sus hijos ya se han hecho “mayores”. Ya no necesitan tanto de sus cuidados. El mayor lleva a su hermano pequeño al colegio. Tienen su “pandilla” en el pueblo y apenas pasan por casa.
Ya son “más independientes”. Ley de vida.
Montse estuvo cerca de un año buscando trabajo en Administración y Contabilidad. Pero no encontraba nada. Nadie la llamaba.
El Inem la ofreció la oportunidad de realizar un curso de Auxiliar de carnicería. Aceptó hacer el curso. El verano pasado nos explicaba que estaba ilusionada y motivada. Nos explicó todo lo que había aprendido en las técnicas de corte, controlando los alimentos, aprendiéndose nombres,… Contó multitud de anécdotas. Con mucho humor. Nos enseñaba fotos con su móvil.
Dice que hacer el curso le da un sentido a su día. Sus compañeros de curso la admiran. Es la más motivada. Montse siempre ha sido una chica alegre, optimista y generosa. La conozco hace tiempo. Nunca la he escuchado una queja…
… aunque tiene infinitas razones para quejarse. Y con toda la razón.