El huevo frito es un ejemplo de sencillez. Y la “sencillez es la mayor sofisticación”.
Sólo 3 ingredientes; Huevo, Aceite, Sal. Su elaboración es simple. Lo simple a veces resulta difícil. En el caso del “huevo frito” no aplica. No es difícil prepararlo. Eso sí, requiere práctica y experiencia. Podremos debatir si es simple, fácil, sencillo, complejo o difícil. Dependerá de las ganas de debatir que tengamos. Hay algo claro. Un huevo frito con patatas fritas es una delicia.
Pero, no nos conformamos. Unos expertos exponen que hace falta pimienta. Otros lo niegan argumentando que el huevo pierde humedad y se vuelve gomoso. Comienzan las dudas. ¿Le pongo o no le pongo? Por si acaso, un poquito de pimienta. La “cosa” se va complicando. Expertos adicionales intervienen. Exponen que debe elaborarse con una clara esponjosa y crocante al souflé de yema inyectada… También deliciosos, por cierto. Pero claro, nos adentramos en el mundo de lo complejo. Nos convencemos que nuestro cliente quiere lo complejo para satisfacer sus deseos. Para ser “feliz”.
¿Realmente quiere eso nuestro cliente?
– “Es lo que dicen los expertos”.
– “Pero, … ¿Le hemos preguntado?”.
– “No”.
– “¡Pregúntenle!”.
– “Estimado cliente: ¿que es lo que usted quiere?”.
Dos huevos duros, por favor.