
¡Qué nervios! Espero con impaciencia mi regalo de cumpleaños.
He pedido un Quimicefa.
De los de antes.
De los que venían con sus probetas, sus tubos de ensayo, su quemador de mecha recargable con alcohol y una gama completa de productos químicos como el cloruro amónico, azufre en polvo, permanganato de potasio, cloruro sódico o componentes que acababan en “amónico” con colores llamativos.
Una verdadera combinación perfecta de diversión y peligro para emular al Doctor Bacterio.
Todas las actividades eran absolutamente seguras. Eso sí, siempre que se garantizase el cumplimiento estricto del manual de instrucciones.
…nada de hacer experimentos.
…nada de mezclar componentes al “ton ni son” con la pretensión de hacer la bomba fétida perfecta.
…nada de calentar los tubos de ensayo para que el tapón de corcho saliese disparado.
…nada de oler los productos o probarlos.
Aunque pensándolo bien, voy a pedir otra cosa.
Un libro de filosofía que aborda de forma profunda una gran pregunta existencial.
¿Por qué demonios estamos vivos?
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