
Tenía 22 años. Era su primer trabajo. Su primer día de trabajo. Recién salida de la Universidad. Los nervios a flor de piel. Se levantó con varias horas de antelación. Se vistió para estar elegante. Sus padres estaban orgullosos de ella. La tranquilizaban como podían. La habían comprado una libreta y un bolígrafo. Llegó al edificio de la empresa. Con mucha antelación.
El primer trámite … la foto por el personal de seguridad de recepción y entrega de la tarjeta de acceso. Estaba muy nerviosa. Le hicieron la foto. Rápidamente subió en ascensor a la oficina. No quería llegar tarde.
A las dos semanas, el personal de seguridad se acercó a ella de forma discreta: Le dijo desde el respeto: “Gracias por saludarme todos los días. Te voy a pedir un favor. Hazte otra foto. La foto me aparece cada mañana cuando entras no te hace justicia“.
Ella se quedó sorprendida. Miró la foto en la pantalla y dijo: “¡estoy horrorosa!. Tengo los ojos cerrados, mirando abajo y la cara desencajada…”
Diez años después, ella todavía recuerda ese primer día de trabajo. Nadie olvida su primer día.
@Fuente: Anécdota proporcionada por una compañera de trabajo.
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