
Hace dos años me llamó la jefa y dueña de la empresa. Un sábado por la tarde. En mi tiempo libre. Después de una semana dura de trabajo. Me sorprendió mucho. Dudé un momento si coger el teléfono. Finalmente, lo cogí.
Era Ana.
La jefa y dueña de la empresa.
No de mi empresa. De la empresa donde trabaja mi mujer. Me dijo: “Quiero tener un detalle con tu mujer. Ha trabajado mucho en un momento muy complicado para la empresa. Quiero regalaros a los dos un fin de semana en un hotel con encanto. Con los gastos pagados. Me pongo en contacto contigo porque quiero que que sea una sorpresa para ella. Para que me digas la mejor fecha y hagas los preparativos”.
Le di las gracias. Estaba ansioso porque llegase el día.
Y llegó el día. Por la mañana dije a mi mujer: “Preparemos las maletas. Nos vamos el fin de semana a un hotel con encanto. Con los gastos pagados. Es un detalle que Ana, tu jefa, quiere tener contigo. Te está muy agradecida”.
Fue fantástico ver su cara de emoción y sorpresa. Fue fantástico el hotel…
…pero, lo más fantástico, fue escuchar la llamada que hizo a Ana para darle las gracias por el detalle. Por el reconocimiento de su trabajo, esfuerzo y compromiso.
Ese reconocimiento sin duda fue el mejor regalo. Estaba feliz.
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