
Una penúltima verificación. El email está bien escrito. Es breve. Conciso. Respetuoso.
El asunto del email está claro. Es entendible. Directo. Los destinatarios son los que tienen que ser. Ni uno más. Ni uno menos. En copia van los que tienen que ir. Ni uno más. Ni uno menos. El mensaje es importante para ti. Requiere una acción del destinatario. Una respuesta. En función de la respuesta se toman decisiones y se puede seguir avanzando en las tareas.
No falta nada.
El correo contiene lo importante. “Por favor”, “Gracias”. Revisas de nuevo el contenido y las formas.
Te preguntas – ¿Realmente es necesario el correo? Te respondes – Sí. Es necesario. Y… envías el correo.
Esperas… …y sigues esperando.
Y, por alguna extraña razón, ese correo se pierde en el limbo de los correos que nunca son contestados. Miras las estadísticas. Se envían 156 millones de correos al minuto en el mundo. Uno de ellos. El tuyo.
Que busca su media naranja.
Su email de respuesta


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