
Mi amigo Iván montó una tienda de abanicos y complementos el año pasado.
En el precioso pueblo de Artá (Mallorca) donde paso las vacaciones.
A principio de temporada regaló abanicos a las mujeres lugareñas que “tomaban la fresca” en la calle delante de sus casas. Se acercaba a ellas cuando estaban sentadas en sus sillas delante de sus casas y les daba uno y conversaba con ellas. Sin esperar nada a cambio…
Resultado:
1. No hay semana que no le lleven tarta, pasteles a su tienda.
2. Le saludan con cariño por la calle como si fuese un famoso. Le conocen en casi todo el pueblo.
3. La tienda se le ha llenado de lugareños en búsqueda de conversación y alguna comprita. Le va muy bien en su negocio.
La tienda la tiene llena. Ha contratado a una persona que se la lleva a las ferias para que le ayude a elegir género. Confía en ella. Su empleada está feliz y motivada porque tiene poder de decisión… Y buen gusto.
Se nota que todos le quieren y aprecian.
Los comercios aledaños opinan que Iván tiene suerte. Que está en una buena calle.
Yo creo que no.
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